En una ocasión, en una de las Escuelas de Padres a las que asistí, nos propusieron un ejercicio para hacer en casa. El ejercicio consistía en escribir qué harías si te dijeran que solo te queda un año de vida....curioso ¿verdad?
Bien, pues esto fue lo que a mí me salió del alma en ese momento:
La noticia me sobrecoge sola y asustada. Mis labios entreabiertos en mueca de asombro no son capaces de pronunciar ninguna palabra. La rabia, el miedo, la inquietud y el sufrimiento me absorben por entero en unos segundos. Intento respirar profundamente y volver al presente: ¡UN AÑO! Solo un año, no más.
Recapacito en casa y pienso que tengo dos opciones: una, hundirme en un rincón, llorar desesperadamente y dejar que pasen mis días repetidos como cromos hasta que llegue el momento. Y dos, hacerme cargo de la pura y dura realidad y hacer de estos últimos días los mejores de mi vida.
Sin duda, opto por lo segundo. Es necesario.
Quiero despertar cada mañana al lado de mi marido y mis hijos, demostrarles cada día que nuestra casa no es una casa sino un hogar.
Contemplaré a mis niños mientras duermen, no me perderé ni una sonrisa de ellos, ni un solo mérito, no me perderé ni un solo día. Les abrazaré constantemente para llevarme ese calor conmigo.
Intentaré realizar mis tres sueños:
1- Viajar a París con mi marido y mis hijos. Conocer ese país tan romántico y maravilloso. Contemplar en la noche las miles de luces de neón que tanto me apasionan y vivir unos días fantásticos.
2- Conocer a Sabina, mi poeta favorito. Profesarle toda la pasión que siento por sus canciones y pedirle que haga una para mí cuyo título sea: “La madre más orgullosa del mundo”.
3- Y poder ver publicados mis escritos para comprobar que esta vocación que tengo desde la infancia ha sido recompensada.
Y disfrutaré de cada sonrisa de mis hijos.
Escribiré un diario. Un diario donde iré anotando cada día mis sentimientos, mis miedos y mis angustias así como las satisfacciones de cada jornada.
Y disfrutaré de cada palabra de mis hijos.
Pasaré más tiempo con los míos, con la gente que me quiere. Le diré a cada uno de ellos lo que siento por él y cuánto le quiero. Me despediré de ellos sin lágrimas en los ojos.
Y disfrutaré de cada beso de abrazo de mis hijos.
Leeré todos los libros que tengo pendientes aunque eso signifique que no duerma por las noches. Tengo muchas historias que conocer de muchos autores que no conozco.
Y disfrutaré de cada sueño de mis hijos.
Y el último día haré dos cosas muy importantes: una, daré las gracias al médico que me avisó, que me advirtió de que la vida son solo 365 días porque gracias a él habré podido disfrutar de todo y de todos en tan breve tiempo como no lo hubiera hecho de no haberlo sabido.
Y dos, que me den todos los Marlboros y todas las botellas de Jhonny Walker del mundo para irme borracha. Borracha y bailando al son de mi querido Sabina porque sobria no podría irme de este mundo y abandonaros a todos.
Noa, 11 de febrero de 2008