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viernes, 9 de enero de 2009

Conducta animal

La técnica de caza comienza con una sigilosa aproximación a la presa, el felino adopta entonces la característica postura de acecho, con las orejas hacia abajo y las extremidades flexionadas, con los músculos en tensión, entonces se sucede un sigiloso acercamiento a la posible captura, seguido de una acometida sobre la misma, en la que se recorre el espacio que aún quede entre la presa y el predador, que si tiene éxito, la acometida acaba con la sujeción de la presa, que es llevada a acabo por las potentes garras del felino, y el mordisco en el cuello, que acaba con la asfixia de su víctima (Seidensticker, 1991).

Aunque esta técnica de caza, es prácticamente la misma en todas las especies de felinos, existen modificaciones en ella, que dependen de las características de la especie de felino que se trate (tamaño, peso, comportamiento, etc.), el hábitat que ocupe, (selva, sabana, etc.), y el tipo de presa que se encuentre en su área de distribución, (abundancia de la misma, tamaño, etc.).

El otro día fui testigo directo, o mejor dicho, víctima, de uno de estos ataques, del que afortunadamente, pude escapar ilesa.

En una zona apenas explorada por mí, sin darme cuenta, invadí el territorio de una manada de leonas en celo. Que yo fuera acompañada de “mi macho” no impidió que sintieran amenazado su espacio. Poco a poco, nos vimos rodeados de los miembros de la manada, que nos lanzaban sus miradas amenazantes, especialmente a mí, mientras sacaban pecho (creo que bastante artificial, por cierto) y se contoneaban de forma exagerada.

En esa situación de peligro, decidí emprender la huída hacia otra zona del local. Así, en la distancia, parece que se relajaron un poco, aunque de vez en cuando me lanzaban miradas que parecían decir: - Cuidado, estás en nuestro territorio.

Al rato, recibo el siguiente mensaje en mi móvil de un amigo que se lo hubiera pasado en grande en ese lugar (él hubiese sido presa fácil): “Si ves que Melchor se mete en tu cama y empieza a desnudarse, dile que lo que pediste fue un VOLVO”.

Le respondo: - “Depende de cómo esté Melchor”

Me responde: -Sabía tu respuesta, ji ji.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Paranoias y obsesiones múltiples

Viernes, 7:55 de la mañana.

Hoy me espera un día movido en el trabajo, pero haciendo lo que verdaderamente me gusta. Está lloviendo. Pero hoy es viernes…

Salgo del aparcamiento (con una gran pendiente), en dirección a San Pablo y noto como el coche patina un poco, pero es normal, está lloviendo.

¡Hoy es viernes por fin! Pongo la música a tope.

En la carretera que une Tesorillo con el cruce de Jimena-Castellar, veo cómo se me va acercando un Peugeot blanco a bastante velocidad. No me puede adelantar, ya que la carretera tiene muchas curvas, y sigue detrás de mí un buen rato. Tras llegar al cruce, ambos nos dirigimos hacia Jimena.

Alcanzamos a otro vehículo que circulaba a muy baja velocidad, al que me era imposible adelantar ya que o había curvas, o venían coches de frente. Así que me dije: - Ten paciencia, no hay prisa.

Entonces, me parece ver cómo el conductor del Peugeot me hace ráfagas. La primera vez, pienso que habrá cogido un bache y ha dado esa sensación. Posteriormente, esto se vuelve a repetir en varias ocasiones.

¿Qué le pasa a este tío? Yo no pienso adelantar; si quiere, que me adelante él. Aunque, a lo mejor, es producto de mi imaginación (mis neuronas tardan más que yo en despertarse).

Entonces, me adelanta. Cuando se pone a mi altura, disminuye la velocidad y me hace gestos con la mano.

Yo me quedo un poco flipada y pongo cara de no saber qué me está diciendo. Miro la ropa que llevo y me doy cuenta que no llevo escote ni nada parecido. ¿Qué querrá?

Lo pierdo de vista, pero al llegar a la siguiente recta, me encuentro el Peugeot fuera de la carretera y a su conductor haciéndome gestos para que me pare.

En ese momento tengo que reconocer que me acojoné un poco.

- ¿Qué querrá? ¿Será un psicópata? Yo no me paro. Bueno, el chaval tiene cara de buena gente. ¿Qué hago? Bueno, si me paro un momento y dejo el coche en marcha, puedo salir corriendo si intenta hacerme algo.

Cuando me paro me dice:

- Llevas una rueda pinchada y bastante vacía. Te estaba avisando, porque podrías haberte salido de la carretera en la próxima curva.

Yo me puse roja y le dije: - ¡Muchas gracias! No entendía lo que me estabas diciendo.

- Ya, me lo he imaginado, por eso he parado. Siento no poder ayudarte porque llego tarde al trabajo.

- No te preocupes, ya me busco la vida. Muchas gracias. No sé en qué iba pensando para no haberme dado cuenta…

En esta sociedad, en la que cada uno de nosotros/as vamos a lo nuestro y con prisas, este chico se empeñó en avisarme una vez tras otra. Si no llega a ser por él, a saber cómo habríamos acabado mi coche y yo. Yo podría haberme convertido en la nueva "chica de la curva".

Posiblemente, ya salí de casa con la rueda pinchada, pero como he dicho antes, por la mañana mis neuronas no están al 100%.

Y bueno, lo que vino después…Prefiero no recordarlo. Me voy a plantear seriamente aprender a cambiar una rueda yo sola.

Ahora, cuando cojo el coche, me pongo a mirar cómo están las ruedas, a comprobar si noto algo raro… Más que una paranoia, esto es una nueva obsesión que añadir a mi colección.