El jueves 28/08/2008, viendo la tele, salió un reportaje sobre las carreras de caballos en Sanlúcar del día anterior y dijo que el 29 era el último día. Nada más escucharlo, llamé a una amiga para ir a ver las carreras el día 29. Me dijo que no podía que estaba malita, así que llamé a otra amiga (no era un plan B porque pensaba llamarla). Bueno, el día 29, hablamos por la mañana y decidimos ir. Al final fuimos tres.
Cuando cogí el coche para ir a recoger a mis dos amigas para irnos para Sanlúcar, noté que me faltaba algo. No sabía lo que era, pero esa sensación seguía dentro de mí. Cuando llegué a Guadiaro, recogí a mis amigas y salíamos del pueblo, me di cuenta lo que me faltaba. Era el primer viaje que hacía desde que me había dejado Marta. Yo pensaba que ya me había olvidado de ella, pero no. Durante nuestra relación, de unos 6 meses, pasamos mucho tiempo juntos e hicimos muchos viajes juntos. Era muy buena compañera de viaje, siempre sabía donde queríamos ir y también por donde ir. Tenía mucho más sentido de la orientación que yo, además era muy buena, te dejaba ir escuchando música o hablando con los amigo/as que fueran en el coche y sólo hablaba para decirte cosas interesantes, como que estaba llegando al próximo cruce o que quedaba poco para llegar al pueblo donde íbamos. Tengo que decir que, a veces, también discutíamos, como en cualquier relación, sobretodo, cuando íbamos solos. Solíamos discutir por la velocidad o porque no le hacía caso y me pasaba de calle o algo así.
Bueno, hablemos del viaje. El viaje de ida fue bueno, tardamos más o menos una hora y veinte minutos. En la entrada del pueblo, ya empezaron los problemillas: le preguntamos a un hombre que donde eran las carreras de caballos y el hombre muy amable nos dijo: “todo recto y al final cuando encontréis un semáforo a la derecha”. Eso hicimos. La sorpresa fue que, cuando llegamos al final, no había ni semáforo ni nada. Volvimos a preguntar y era en la otra punta del pueblo. Este ya sí nos dirigió bien.
Llegamos, aparcamos, nos fuimos para la playa, nos tomamos algo en un chiringuito y nos fuimos para ver las carreras. Andamos bastante, hasta casi llegar al lugar de la meta y nos acomodamos en la playa. A esto que pasó un carro con dulces. Yo no soy aficionado a los dulces, así que mis dos amigas fueron y compraron uno y yo lo probé. Inmediatamente, fui y compré otro, ¡¡¡¡qué buenoooo!!!! y eso que a mí los dulces no me gustan.
Bueno, en la playa, había unos/as niños/as como con un kiosco, que era donde se hacían las apuestas de las carreras. Las apuestas eran un mínimo de 5 céntimos y un máximo de 75 céntimos. Como es lógico, apostamos algo en dos carreras y perdimos, claro está.
Luego, aún quedando dos carreras, decidimos irnos a cenar y cogimos paseo adelante hasta el puerto. Por el camino, decidimos acercarnos a la playa para ver la tercera carrera y bajamos de nuevo para la playa. Esta la vimos muy cerca de los caballos y, la verdad, que impresionaba más. Después, ya sí nos fuimos a cenar. Fuimos a un restaurante que una de mis amigas que venía y yo ya conocíamos. Ella dudaba entre dos, yo no, claro está. En el momento que entré en el primero, sabía que no era, faltaba algo muy importante. Cuando entramos en el segundo dije: “es este, seguro”. Tenía la foto de Camarón en la pared y eso, a mí, no se me puede olvidar.
Cenamos muy bien y empezamos el viaje de regreso. Cómo no, me volví a acordar de Marta y de cuanto la echaba de menos. Es más, recordé que, hacía casi un año, también había estado en Sanlúcar y que había sido el último viaje que hice antes de conocerla. Empezamos el viaje de vuelta y le dije a mis amigas: “yo no sé cómo me las apaño, pero siempre que salgo de esta parte me equivoco”, y me voy para Jerez en vez de tirar para Los Barrios. Cogí una salida y, esta vez, dije: “hoy no me equivoco”. Pues bien, no sé si me equivoqué porque una de mis amigas me dijo “por ahí no es” y me di la vuelta. Fuimos por otro sitio. La sorpresa fue que cuando venimos a darnos cuenta estábamos de nuevo entrando en Cádiz. Pensé para mí: “para qué le habré hecho caso”. De vuelta a empezar y, para colmo, nos metimos por la carretera de la costa, es decir, todavía el viaje más largo. Pensé: “ya no puede pasar nada más, ya por aquí llegamos”. Pero no, mi coche empezó a fallar. Ponía en el ordenador fallo de inyección, y perdía fuerza, pero seguía andando hasta que llego al cruce de Conil, que se paró. Yo dije de parar allí a tomar algo. Lo mismo mi coche me hizo caso. Pero no fue nada, al minuto volvió a arrancar y seguimos. Cómo no, yo dije de parar para tomar algo en Tarifa. Mi coche me volvió a hacer caso y llegando al cruce de Tarifa se volvió a parar. Pero, enseguida, arrancó y seguimos el camino. Cuando ya no creía que pasara algo más, paramos a echar gasolina y como tenía los cristales sucios, pues con un cubo, le eché agua. Pues bien, mi coche tiene un sensor que si le cae agua, los limpiaparabrisas se activan solos, por lo que me puso chorreando.
Como dije antes, para la ida eche una hora y veinte minutos, pues la vuelta fue de dos horas y media larga. Nunca voy a olvidar mi primer viaje sin Marta. Espero que te vaya bien y que seas feliz con otro, pero yo nunca te olvidaré.
ESTEBAN