Lo cierto es que mucha tristeza no se respiraba en el ambiente, sobre todo en algunas...
Lo siento, las fotos y el vídeo no son de mucha calidad...ya me gustaría...
TE DESEAMOS LO MEJOR EN TU NUEVA VIDA. OJALÁ VOLVAMOS A VIVIR MOMENTOS COMO ESTOS...
Caramba, ¡cómo se me ha pasado este año! Y es que cada vez se me pasan más rápido ¿A qué puede deberse? No lo sé.
Lo que sé es que de una Navidad a otra se me pasa en un plisplás y ¿saben qué?, que ya encontré una teoría al respecto: y es que no es que el tiempo pase rápido, los días siguen teniendo las mismas horas, yo creo que es porque tenemos muy buena memoria y lo recordamos todo con tanta claridad que parece que fue ayer cuando pasó. ¿No puede ser eso?
Recuerdo las Navidades de antes, ¡qué ilusión el día de Reyes!
En mi casa, donde éramos muy pobres, nunca ha faltado un detallito en ese día y se convertía en algo tan especial que aún permanece en mi memoria. No pegábamos ojo, siempre agudizando el oído a ver si escuchábamos a los tres Reyes entrar en la casa (nunca oímos nada, deduzco que deben ser muy sigilosos), y ya sobre las cinco de la mañana no aguantábamos más y bajábamos las escaleras despacito a ver si habían dejado algo. Y sí, siempre había alguna cosita. Pero esa cosita nos hacía tantíiiiisima ilusión…. Corríamos a la cama de nuestros padres para “sorprenderlos” con el regalo que nos habían dejado los Reyes Magos.
Y salíamos a la calle por las noches en pandilla cantando villancicos y siempre había quien nos ofrecía un polvorón (imagino que para que nos calláramos de una vez).
Y hacíamos fiestas “privadas” en algún garaje donde el día 31 procurábamos de estar puntuales a la 1 de la madrugada para tomarnos las uvas de Canarias todos juntos porque las de las 12 ya las habíamos tomado con nuestras respectivas familias.
Y no teníamos ni pajolera idea de quien era Papá Noel.
Todo eso ha cambiado mucho. Bastante.
Sí es cierto que hoy no se disfruta igual, los niños tienen de todo, en realidad ya no sabemos lo que les vamos a regalar porque no les falta de nada.
Es más, hay algo que me preocupa un montón y es que nos vamos adelantando a las edades, fíjense, sé de un niño con tres años que ya tiene teléfono móvil y yo me pregunto ¿qué le regalarán cuando tenga trece, un coche?
No, eso deberíamos respetarlo, es algo que siempre les digo a mis hijos, que hay una edad para cada cosa.
Ya lo decía no sé quién: tenemos más tiempo para ser adultos que para ser niños, por tanto a los niños hay que regalarles cosas de niños.
Hoy en día no piden nada más que aparatos con botones (móviles, plays, mp3, ordenadores, etc). Yo le digo a mi hijo que si lo que quiere son botones, se le regala una camisa y ya está.
¿Qué ha sido de la Nancy y de su novio Lucas?
Pese a todo a mí me encanta la navidad. Creo que soy de las pocas personas a las que les gustan estas fiestas.
Me encantan los villancicos, la gente a paso ligero cargada de regalos, me encanta el ambiente que hay en los centros comerciales. Me encanta el turrón. Me encanta que las personas nos mostremos más solidarias, que nos besemos con todo el mundo deseándonos lo mejor para el año próximo.
Me encanta la cara de espanto y de resignación que tienen los niños en brazos del Papá Noel de turno con tal de aprovechar la única oportunidad de hablar con él en persona para pedirles lo que desean.
Me encanta mirar a los peces bebiendo en el río y que la virgen se peine entre cortina y cortina.
Me encanta seguir teniendo ilusión en el día de los Reyes aunque ya tenga mis añitos.
Y sí, sí que me acuerdo de todos los que ya no están, por supuesto. Pero no solo me acuerdo en estas fechas, lo hago cada día de cada semana, de cada mes, de cada año.
FELIZ NAVIDAD A TODOS.
NOA
Esta carta cayó en mis manos hace algún tiempo. La persona que me la pasó entendía muy pero que muy bien lo que esta madre quería decir con estas palabras porque ella se encuentra en la misma situación.
Son palabras que se clavan en el alma. Y si no, juzguen ustedes mismos….
Noa
LA BELLEZA DE HOLANDA
A menudo me piden que describa la experiencia de criar a un niño con una discapacidad para intentar ayudar a las personas que no lo han compartido. Para entenderlo, para imaginar cómo se sentirían…Es así…
Cuando va a tener un bebé, es como planear un fabuloso viaje de vacaciones a Italia: se compra algunas guías de turismo y hace unos planes maravillosos; el Coliseo, el David de Miguel Ángel, las góndolas en Venecia. También puede aprender algunas frases en italiano. Es todo muy excitante.
Después de meses de ávida anticipación, finalmente llega el día. Prepara sus maletas y está fuera de sí. Unas horas después la azafata dice: “Bienvenidos a Holanda”.
“¿Holanda?” exclama “¿Qué quiere decir con Holanda?” ¡Yo pagué para ir a Italia!... ¡Toda mi vida he soñado con ir a Italia!
Pero, ha habido un cambio en el plan de vuelo y el avión ha aterrizado en Holanda y allí debe quedarse.
Lo importante es que no lo han llevado a un lugar horrible, repugnante, sucio, lleno de pestilencia, hambre y enfermedad. Es simplemente un lugar diferente.
Así que usted debe salir y comprar nuevas guías de turismo y aprender un nuevo idioma.
Se trata simplemente, de un lugar diferente. Es más lento que Italia, menos deslumbrante… Pero después de pasar algún tiempo en Holanda y recobrar la respiración, empieza a echar una mirada alrededor y empieza a notar que Holanda tiene molinos de viento, tulipanes, incluso Rembrandts…
Pero todos a los que usted conoce están ocupados yendo y viniendo de Italia y todos ellos presumen del tiempo maravilloso que disfrutaron allí. Y durante el resto de su vida, usted dirá: “Sí, ahí es donde se suponía que yo iba. Eso es lo que yo había planeado”.
Ese dolor nunca desaparecerá porque la pérdida de ese sueño es una pérdida muy significativa.
Pero si usted gasta su vida lamentando el hecho que usted no llegó a Italia, nunca podrá ser libre para poder disfrutar de las cosas encantadoras que hay en Holanda.
Emily Peral Kingsley
Esta es la historia de un corazón tan grande, tan grande, que no tiene un resquicio para albergar odio o resentimiento. En él sólo hay cabida para el amor y la generosidad.
Este corazón muy pronto cumplirá 83 años. Casi nada… Ahora está un poco cansado, se ha vuelto demasiado cómodo y algo perezoso. Puede que esto lo haya provocado una espinita que hace poco se le clavó.
Este corazón va acompañado de un cerebro que jamás olvida una fecha de cumpleaños, (ni de santo, ni de aniversario) de ninguno de sus 5 hijos e hijas, ni de sus 11 nietos y nietas, ni de su biznieta. La primera felicitación que reciben siempre es la suya y estira la pensión de tal manera, que nunca se queda nadie sin su regalo.
A ellos se unen unas manos capaces de hacer, entre muchas cosas maravillosas (mis mayores riquezas son las colchas y los manteles que me ha hecho), la mejor tortilla de patatas del mundo.
Todo esto acompañado de un sentido de la intuición, tan grande, tan grande, que a veces, es capaz de ver cosas que el resto aún no hemos descubierto, y decirte lo que nunca te había dicho, en el momento que más lo necesitas.
Y de una capacidad de adaptación a los nuevos tiempos que, por cómo maneja el móvil, si no utiliza Internet, es porque no tiene ordenador. Y de comprender que las cosas han cambiado y que lo que de verdad importa son las personas.
Y de una increíble habilidad para la comunicación… acompañada de la capacidad de escuchar sólo lo que le interesa…
Y de la mayor amabilidad.
Y de una gran destreza para cambiar de tema y pasar rápidamente del enfado al perdón.
Y del arte de quedar bien con todos (¡cuánto discutimos por esto!).
Y de querer llevar siempre la razón o, al menos, quedarse con la última palabra (y por esto).
Y de la capacidad de tratar a todos sus nietos y nietas por igual.
Y de la convicción de que, por mucho que comas, nunca es suficiente.
Y muchísimas más… (Me llevaría años hablar de todas).
Esta es Francisca, mi abuela Kiska, la mejor abuela del mundo (con sus virtudes y con sus defectos) y una de las mejores personas que han pasado por este mundo y de la que, si bien no heredaré millones, espero heredar algunas de sus cualidades aparte de la logorrea y el ruido de tripas (que ya poseo) y la artrosis (que probablemente tendré algún día).
De todos sus nietos y nietas, soy la más afortunada, ya que soy quien la conoce desde hace más tiempo y la que la ha podido tener sólo para mí, sin compartirla con nadie.
¡Cuánto te quiero, abuela! ¡Y cuánto me ha costado escribirte esto, porque son tantas las cosas que podría contar….!
Quizá pueda resultar una tontería. Para mí no lo es, desde luego.
No estoy de acuerdo en que una persona no sea válida (in-válida) o pueda ser menos válida que otra (minus-válida).
Pero, desde mi punto de vista, son personas con otras capacidades, algunas de las cuales, nos faltan a los que supuestamente somos “normales”: pasear por las calles de una ciudad en silla de ruedas, cruzar un semáforo sin ver, relacionarte con gente después de haber estado un tiempo sin querer salir de casa por miedo a que te asesinaran,…
El 3 de Diciembre se celebra el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.
Su objetivo es promover la sensibilización de la sociedad hacia la discapacidad y movilizar el apoyo a los derechos, el bienestar y la dignidad de las personas con discapacidad.
En una ocasión, en una de las Escuelas de Padres a las que asistí, nos propusieron un ejercicio para hacer en casa. El ejercicio consistía en escribir qué harías si te dijeran que solo te queda un año de vida....curioso ¿verdad?
Bien, pues esto fue lo que a mí me salió del alma en ese momento:
La noticia me sobrecoge sola y asustada. Mis labios entreabiertos en mueca de asombro no son capaces de pronunciar ninguna palabra. La rabia, el miedo, la inquietud y el sufrimiento me absorben por entero en unos segundos. Intento respirar profundamente y volver al presente: ¡UN AÑO! Solo un año, no más.
Recapacito en casa y pienso que tengo dos opciones: una, hundirme en un rincón, llorar desesperadamente y dejar que pasen mis días repetidos como cromos hasta que llegue el momento. Y dos, hacerme cargo de la pura y dura realidad y hacer de estos últimos días los mejores de mi vida.
Sin duda, opto por lo segundo. Es necesario.
Quiero despertar cada mañana al lado de mi marido y mis hijos, demostrarles cada día que nuestra casa no es una casa sino un hogar.
Contemplaré a mis niños mientras duermen, no me perderé ni una sonrisa de ellos, ni un solo mérito, no me perderé ni un solo día. Les abrazaré constantemente para llevarme ese calor conmigo.
Intentaré realizar mis tres sueños:
1- Viajar a París con mi marido y mis hijos. Conocer ese país tan romántico y maravilloso. Contemplar en la noche las miles de luces de neón que tanto me apasionan y vivir unos días fantásticos.
2- Conocer a Sabina, mi poeta favorito. Profesarle toda la pasión que siento por sus canciones y pedirle que haga una para mí cuyo título sea: “La madre más orgullosa del mundo”.
3- Y poder ver publicados mis escritos para comprobar que esta vocación que tengo desde la infancia ha sido recompensada.
Y disfrutaré de cada sonrisa de mis hijos.
Escribiré un diario. Un diario donde iré anotando cada día mis sentimientos, mis miedos y mis angustias así como las satisfacciones de cada jornada.
Y disfrutaré de cada palabra de mis hijos.
Pasaré más tiempo con los míos, con la gente que me quiere. Le diré a cada uno de ellos lo que siento por él y cuánto le quiero. Me despediré de ellos sin lágrimas en los ojos.
Y disfrutaré de cada beso de abrazo de mis hijos.
Leeré todos los libros que tengo pendientes aunque eso signifique que no duerma por las noches. Tengo muchas historias que conocer de muchos autores que no conozco.
Y disfrutaré de cada sueño de mis hijos.
Y el último día haré dos cosas muy importantes: una, daré las gracias al médico que me avisó, que me advirtió de que la vida son solo 365 días porque gracias a él habré podido disfrutar de todo y de todos en tan breve tiempo como no lo hubiera hecho de no haberlo sabido.
Y dos, que me den todos los Marlboros y todas las botellas de Jhonny Walker del mundo para irme borracha. Borracha y bailando al son de mi querido Sabina porque sobria no podría irme de este mundo y abandonaros a todos.
Noa, 11 de febrero de 2008
Lo conocí cuando iba al instituto. Él era un chico alto, fuerte, atractivo y tuve la suerte de que se fijara en mí. Aún recuerdo aquellos maravillosos días, en los que vivíamos en una nube.
Algunas amigas se marcharon, otras empezaron a salir con otros chicos... De esto me iba enterando por otras personas, porque el tiempo que pasaba con mi novio, no me dejaba tiempo para estar con ellas.
Esta no es la historia de una mujer, sino la de muchas que, por desgracia, día a día, sufren esta agonía.
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* Guía Violencia de Género del Instituto Andaluz de la Mujer
Hoy quiero rendir un homenaje a las “Escuelas de Padres”.
Sí, habéis leído bien, quiero romper una lanza a favor de estos programas porque me consta que hay mucha gente que no ve bien que existan siquiera. Piensan que cada uno educa a sus hijos como quiere o como puede y no debe seguir las recomendaciones de nadie.
Yo no estoy de acuerdo pues, como dice mi amiga Ana, “los niños no traen un manual de instrucciones” y sí que nos viene muy bien algún consejo de profesionales.
He de decir que soy casi una adicta a ellas -¡he estado en tres escuelas de padres diferentes a la vez!- y todo lo que me enseñaban me parecía poco. Siempre digo que como madre seré un desastre, pero como abuela...como abuela llegaré a ser perfecta de tanto como voy aprendiendo.
Hace unos meses asistí a una que se impartía a través del ayuntamiento y a la cual le pusieron un nombre un tanto difícil de recordar: “Programa de Formación en Habilidades Parentales y de Convivencia” ¡Dios! ¡Qué pedazo de nombre! Imagino que si yo hubiese sido capaz de recordarlo (que nunca fui capaz, hoy lo he copiado), al decirle a alguien que asistía a esas clases podría haberme sentido muy importante porque con ese nombre....
En fin, que se trataba de eso, de una Escuela de Padres y la verdad es que al igual que en todas las que ya había estado aprendí muchísimo.
Hubo una que la impartía una chica encantadora llamada Rosario, - también a través del Ayto.- ella es psicóloga y en sus clases me sentía tan a gusto que no dejaba pasar ni un miércoles sin asistir (y eso que me pillaba bastante lejos). No solo recibí muy buenos consejos para aplicar en casa con mis hijos, sino que además salí de allí con la seguridad y satisfacción de que había encontrado una amiga muy especial.
Quiero recomendarle a todo el mundo que asistan a las “Escuelas de Padres” aunque no tengan hijos porque es muy positivo estar formado previamente. Ya sabes, como el teórico del carné de conducir....ya luego vendrá la práctica.
Ser padres no es nada fácil pero es tan cierto lo que dice mi amigo Juan: “hoy somos más padres que nunca”. No enseñamos a nuestros hijos a decir “buenos días” pero sí nos peleamos y denunciamos a su profesor porque le ha subido la voz y el niño viene traumatizado a casa. ¿O no es así?
Educarlos no es fácil. Enseñarles valores no es fácil. Tener paciencia para con ellos no es fácil. Soportar su rebeldía en la adolescencia no es fácil. Aceptar que se van del hogar no es fácil. Conciliar el sueño después de haber discutido con ellos no es fácil.
Nada es fácil, pero... ¿quién dijo que lo fuera?
NOA